Allá a principios de los 90 la empresa en la que trabajaba proporcionaba una dirección de correo electrónico a todos los empleados. Era algo poco frecuente todavía. Menos frecuente era que ese correo electrónico permitiera enviar mensajes a direcciones de fuera de la empresa. En nuestro caso solo podían hacerlo unos pocos elegidos en posiciones muy senior o los más elegidos aun que encontrábamos la forma de saltarnos las entonces rudimentarias medidas de seguridad.
Curiosamente, entre esos en posiciones senior era muy frecuente que el correo se lo gestionara su asistente (entonces se llamaba secretaria) escribiendo y enviando mensajes e imprimiendo los recibidos para que el jefe los leyera en papel, por lo que se daba la paradoja de que quienes tenían los mejores ordenadores por cuestión de estatus, no hacían uso de ellos posiblemente por el mismo motivo.
En aquellos tiempos, esa misma empresa ya recababa una enorme cantidad de datos de sus clientes y sus transacciones, y cada vez que se pedía un informe (al departamento de Sistemas) se presentaba bien en microfichas, bien en papel pijama. Llegó un día en el que a alguien se le ocurrió pedir esa información en un archivo csv para cargarlo en Excel (que estaba instalado por defecto) o en Access y poder así flexibilizar el análisis de la información y darle una potencia que no tenía hasta la fecha.
Son éstos sólo dos ejemplos que viví en primera persona de adopción de herramientas que teníamos a nuestra disposición y no usábamos.
En esos momentos el que quien había trabajado toda la vida en papel pasara a hacer uso de las herramientas tecnológicas que tenía a su disposición se llamaba «ponerse al día», hoy se llama «Transformación Digital», pero seguimos hablando de lo mismo: conocer y hacer uso de las herramientas que tenemos a nuestra disposición poniéndolas al servicio de los clientes y de los objetivos del negocio.
Esto acarrea necesariamente una gestión del cambio. En aquella empresa, las asistentes tuvieron que cambiar su día a día el día en que los jefes dejaron de necesitarlas para escribirles e imprimirles los correos; nacieron departamentos de análisis de información separados de Sistemas el día en que se empezó a aprovechar lo que MS Office ponía en las mesas de todos los trabajadores, y no sé cuántas cosas más.
Las herramientas de hoy requieren de cambios más radicales que las de los 90 porque son más potentes y disruptivas que las de entonces, y aunque nosotros deberíamos estar más preparados para asumir esos cambios porque estas nuevas herramientas pasan antes por nuestras manos que por las de la empresa, al revés de lo que sucedía entonces, lo cierto es que es difícil que la inercia nos permita ver a primera vista lo profundo de esos cambios.
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