En muchas ocasiones me he encontrado con lo que yo llamo fundamentalistas de canal: personas que insisten en «obligar» al cliente (existente o potencial) a mantener su relación con la empresa a través del mismo canal en la que empieza.
He tenido agrias discusiones para poner números de atención a clientes o televenta en páginas web enfrentándome al argumento de «pues ya que está en Internet que compre por Internet o que mande un correo» y viceversa: discusiones para hacer la URL tan visible como sea posible en vallas, prensa o televisión y tener en contra el argumento de que «el que ve esto en la tele (o prensa, o en la calle) llama, pero no se va a acordar de la dirección de la web».
Son discusiones complicadas, porque no hay más ciego que el que no quiere ver.
Y esta mañana, me paro con la moto en un semáforo (qué pena no haber tenido tiempo de sacar la BB para hacer una foto) y me encuentro una furgoneta de reparto rotulada con letras tan grandes como cabía: www.quierochurros.com.
Muerto de frío, y empapado por la lluvia casi he podido saborearlos.
Me ha parecido una idea fabulosa (aparte de que el dominio es genial), porque supongo el objetivo de este negocio no es que se conozca en todo el planeta, tanto por capacidad logística como por los productos, sino en una determinada área de influencia: justo a la que llega la furgoneta de reparto.
He entrado, claro, y ya estoy deseando tener la excusa para hacerles un pedido.
Disclaimer: no tengo ningún interés personal, profesional ni económico en www.quierochurros.com.