La tendencia es evidente: las comunicaciones personales no presenciales hace veinte años se centraban en el correo postal y el teléfono fijo; hace diez años el teléfono móvil (principalmente voz) y el correo electrónico se hicieron un hueco; hoy resulta difícil reflejar en una lista los diferentes medios que usamos: a los anteriores se han sumado los SMS, los diferentes sistemas de mensajería instantánea fija o móvil, abiertos o propietarios de redes sociales, los mensajes tipo correo electrónico de las propias redes sociales, Twitter, el muro de Facebook, Tuenti, Skype…
A título individual elegimos uno u otro en función del momento, el mensaje, la urgencia, la longitud del mensaje, el número y ubicación de los interlocutores, las preferencias propias o del interlocutor, el coste, la necesidad (ojo, he dicho «necesidad») de que la comunicación sea síncrona …, otra lista inagotable.
Yo en este preciso momento puedo recibir y enviar comunicaciones por siete cuentas de correo, un móvil (con dos números, llamadas y SMS en ambos), Messenger de BlackBerry, Skype (voz y messenger), GTalk, iChat, Facebook (muro, mensajes y mensajes directos), Twitter, …, creo que no me dejo ninguna, y es más que posible que en los próximos minutos no pueda utilizar ninguna de ellas, y un rato después esas y alguna más.
¿Por qué esto, que es normal en las comunicaciones personales, no lo es en las comunicaciones con y de las empresas con las que tenemos relaciones y/o somos clientes? Cada vez nos llegan más comunicaciones por medios que hace cinco años no existían, y las empresas todavía con planes de captación de direcciones de correo electrónico, …, para no usarlas.