El comienzo de las vacaciones no pudo ser más descorazonador, aunque afortunadamente no lo sufrí en carnes propias.
Salas de embarque del aeropuerto de Madrid-Barajas. A través de las cristaleras una de mis hijas descubre una mochila tirada entre dos aviones que están aparcados en sus correspondientes «finger» justo delante de nosotros, a diez o quince metros. Es evidente que se ha caído de uno de los vehículos que mueven los equipajes por las pistas. Está justo encima de una de las líneas que delimitan las «calles» para el tránsito de coches, autobuses, etc., junto a un cruce.
En la media hora que estuvimos observando los aviones desde la ventana pasaron (y esquivaron) esa mochila más de veinte vehículos. Muchos de ellos trasladando equipajes. Nadie hizo ningún caso a la mochila.
Alguien estuvo esperando esa mochila en alguna cinta de equipajes de algún aeropuerto. Espero que fuera de alguien que «volvía», y no de alguien que «iba».
¿Qué pasa por la cabeza de todos esos empleados de AENA, compañías aéreas, empresas de handling, catering, …, que vieron la mochila y no hicieron nada? ¿Y si hubiera sido la suya?
Traslado esa pregunta a cualquier negocio en cualquier sector.