¿Qué sucede -por ejemplo- cuando los partidos políticos se niegan a dejar libertad de conciencia a sus miembros a la hora de votar en situaciones especialmente conflictivas para ellos? ¿No es entonces la disciplina de voto una versión suave de la obediencia debida para estómagos democráticos?
Vía elpais.com
Pues no, señora Cortina, no lo es.
Lo que no podemos hacer es querer cambiar las reglas del juego a mitad del partido.
En España jugamos al juego de votar a partidos políticos, no a personas, por lo que es consecuente que la disciplina de partido deba ser férrea, ya que éste es el depositario del voto de los ciudadanos. Y no es razonable que el miembro del partido elegido por su pertenencia a éste y no por sí mismo (y en esto es evidente que, humildemente, me permito discrepar de lo que dice el Tribunal Constitucional), pretenda decidir cuándo se ajusta a la doctrina del partido y cuándo no.
¿Que este juego no nos gusta? (Yo ya dejé claro que a mí no me gusta) Pues entonces luchemos por cambiarlo por otro en el que se vote a las personas; pero esto de medir esta situación real con la vara de otra diferente no es razonable, no señora.