Leo en El Confidencial este artículo de Jaime Pérez-Llombet: Cuando todo pasa sin que nada pase (es porque la Constitución necesita una reforma).
Y me vengo aquí a reflexionar sobre él, porque me ha generado un profundo desasosiego.
Empieza el artículo el Sr. Pérez-Llombet diciendo:
Si pasa todo lo que pasa, sin que nada pase o les pase, tal vez, quizá, habrá que concluir que la Constitución ha perdido contexto, músculo, vigencia y eficiencia.
Y claro, con esa entrada, uno espera que se desarrolle en qué se basa esa conclusión.
El siguiente párrafo te pone la miel en los labios:
La Carta Magna no se defiende —por escaso— alabándola u homenajeándola; hace falta algo más.
Pero luego todo se viene abajo:
Por la Constitución se pelea sacudiéndole las capas de polvo y el óxido; reformándola y poniéndola al día
Y si eso no era poco:
No basta con jurar una y otra vez la Constitución. Hay que revitalizarla, hacerle los cambios que necesita para devolverle el pulso que se echa en falta para dar respuesta a un país que se parece cuarenta y cinco años menos al país de hace cuarenta y cinco años.
Luego el texto se llena de lugares comunes apelaciones a la necesidad de reforma sin concretar ni una sola vez qué reformas defiende el autor ni qué implicaciones tiene el procedimiento para aprobarlas.
Y no niego que pueda ser necesaria alguna reforma (pienso específicamente en una concreta como inminentemente necesaria), pero
- Ni eso nos va a solucionar los problemas que detecta el Sr. Pérez-Llombet
- Ni nadie (especialmente los políticos) quiere asumir las consecuencias del proceso
Estoy de acuerdo en que no basta con jurar una y otra vez la Constitución. Eso ya sabemos que se hace con alegría y con la desfachatez de la coletilla «por imperativo legal». Pues claro que se hace por imperativo legal, porque es importante que quien accede a un cargo representativo se comprometa a cumplir, hacer cumplir y defender la norma fundamental.
Además de eso hay que hacer que se cumplan los juramentos. Que quien jura y no cumple, y no defiende, tenga que asumir consecuencias: multa económica, pérdida del cargo, pérdida del derecho de sufragio pasivo, pérdida de cualquier tipo de remuneración a cargo de una administración… Que quien ha jurado y actúe o legisle sin tener lo establecido en la Constitución como faro sea expuesto y avergonzado en público y despojado de todo lo que ha obtenido en su actividad pública.
Las normas que no se hacen cumplir no sirven para nada. Con o sin reformas.
Curiosamente el mismo medio ha publicado poco después una entrevista con la jueza Natalia Velilla en la que se profundiza en la falta de respeto a la autoridad. Qué razón tiene. Un tema muy relacionado y que también me preocupa seriamente.
Podemos reformar lo que queramos, pero si no reformamos más cosas con la intención de garantizar que se cumpla con lo legislado, la Constitución seguirá estando vacía, seguirá siendo un libro decorativo en muchos aspectos.
Dicho esto, cuando hablamos de reformas ¿de qué reformas hablamos? ¿Cuáles son esos «contexto, músculo, vigencia y eficiencia» que dice el autor que ha perdido la Constitución?
¿Hablamos de reformas de calado, o de algún retoque vacío de cara a la galería empujado por los vientos dominantes de la corrección política pero sin ningún tipo de impacto real?
Porque hay muchos que hablan por hablar, porque toca, sin haberse leído el texto, y sin saber lo que dice el título X. O a lo mejor hay otros que sí lo han leído pero no están dispuestos a asumir las consecuencias de la reforma que establece el artículo 168, porque probablemente les va el puesto o la cuota de poder en ello.