En julio de 1993 The New Yorker publicó una ya histórica viñeta en la que un perro le decía a otro que en Internet nadie sabe que eres un perro.
De acuerdo a lo que figura en la entrada de la viñeta en Wikipedia, representa la liberación que supone Internet frente a las ataduras de comunicación presencial o por voz (las negritas son mías):
The cartoon symbolizes the liberation of one’s Internet presence from popular prejudices. Sociologist Sherry Turkle elaborates: «You can be whoever you want to be. You can completely redefine yourself if you want. You don’t have to worry about the slots other people put you in as much. They don’t look at your body and make assumptions. They don’t hear your accent and make assumptions. All they see are your words.»
Learning Language and Culture Via Public Internet Discussion Forums
En los últimos días ha habido bastante conversación sobre una nueva viñeta de The New Yorker. En este caso publicada nada menos que en la portada:
Han pasado nada menos que 27 años, y parece que Internet se ha convertido en algo totalmente diferente a lo que conocimos a sus inicios.
Esta portada, que ha sido alabada por cómo describe en lo que se ha convertido la vida profesional y social de una parte importante de la población, para mí es la otra cara de la misma moneda de lo que describía la viñeta anterior.
El texto citado en Wikipedia (y enlazado en el entrecomillado anterior) decía:
You can be whoever you want to be.
¿Hoy?
Hoy ven de ti lo que tú quieres que vean, con sus retoques, fondos virtuales, el desorden escondido en la trastienda… Hemos adaptado de la comunicación escrita al vídeo y la voz, pero ¿no estamos tratando de hacer lo mismo?
Internet se ha convertido / lo hemos convertido en un enorme escaparate, pero ¿es tan diferente el uso que le estamos dando? Antes nadie sabía que eras un perro, hoy nadie sabe si lo que está viendo es tu «yo» de verdad o la realidad que tú quieres transmitir, una fachada que oculta una realidad diferente, un filtro o un fondo virtual que esconde una realidad que quiero ocultar.
Dio en el clavo The New Yorker hace 27 años y ha vuelto a dar en el clavo ahora. Y unir una cosa con la otra da para mucha mucha conversación. Yo el paralelismo lo veo clarísimo.