Hace unas semanas estaba sentado con mi padre en una terraza cuando tres personas ocuparon la mesa contigua a la nuestra. Los tres con aspecto de estar en esa franja de edad más cercana a los cuarenta que a los treinta, los tres vestidos de esa forma en la que nos vestimos los que siempre hemos llevado corbata a trabajar cuando dejamos el “mundo corbata” y entramos en el mundo “innovador” de las startups de internet.
Uno de ellos, en un tono varios decibelios por encima de lo que sería razonable, estaba contando las maravillas de su startup a los otros dos. Hablaba de una aplicación para móvil que se había descargado varios miles de veces desde más de 50 países diferentes.
Me llamó la atención un comentario que hizo al final: cuando mencionó que su empresa era un clarísimo caso de éxito gracias a esas cantidades mencionadas su interlocutor le dijo algo así como “pero cada día perdéis más dinero”, este individuo le respondió diciendo que sí, pero que eso era una cuestión secundaria que no enturbiaba para nada el éxito. No dijo que fuera un tema que tuvieran previsto dentro de una estrategia de crecimiento con una finalidad determinada. No. Simplemente: «cuestión secundaria». Algo sin importancia.
Y me dejó pensando.
¿Cuándo destruir valor para el inversor fue un caso de éxito?
¿Cuándo alguien que, por su edad, es más que probable que haya pasado por alguna empresa de la “economía tradicional”, se olvidó de que cuando hay una fiesta alguien tiene que pagarla?
Y no digo que no sea posible que luego al final las cosas salgan bien y venga alguien y les compre la startup para aprovechar esa base de clientes que tienen la aplicación instalada (si es que la siguen teniendo instalada, que esa es otra), pero eso no oculta el hecho de que nunca debería considerarse una cuestión secundaria el hecho de perder más dinero cuanto más se crece.
Y me acordé de esa época a finales de los 90 y principios del siglo XXI en la que la gente dejaba buenos trabajos bien remunerados para irse a empresas de internet que se veía claramente que no iban a ningún sitio cegados por la promesa de unas stock options que les iban a hacer ricos y que nunca se materializaron.
¿Cuántas veces lo que medimos como indicador de éxito sirve para alimentar nuestro ego pero no tiene nada que ver con objetivos de negocio que llevan a la sostenibilidad y la continuidad de la empresa?
Me hizo sentirme viejo.
Y me dirás que esas cosas me pasan por escuchar conversaciones ajenas. Y tendrás razón.