Supongo que le pasa a todo el mundo.
Hay momentos en los que uno se para, descuelga el teléfono, desconecta Skype, cierra en correo electrónico y se pone a pensar en todas esas cosas que podría hacer si
- tuviera tiempo para dedicar,
- el resto de la organización fuera un poco receptivo.
Haces una lista de temas para desarrollar, la ordenas por prioridad/facilidad y empiezas a atacar. Vuelves a conectar Skype, cuelgas el teléfono, …, y antes de poder abrir el correo electrónico empiezan a entrar llamadas con esos mil temas que te devuelven a la cruda realidad porque te demuestran que
- no tienes más tiempo si no se lo quitas a tu familia (el poco que ya le queda) o a tus horas de sueño,
- al resto de la organización casi todo en lo que tú trabajas le parece poco importante (excepto aquello que puede hacer que cobren sus objetivos).
Es en estos momentos en los que entra la duda: ¿realmente es poco importante? ¿Merece la pena el esfuerzo? En las horas altas estás convencido de que el reto es abrirles los ojos, que están ciegos y que el tiempo te dará la razón. En las horas bajas, …
El lunes será otro día.