Yo hace mucho tiempo que empecé a plantearme seriamente dejar de trabajar en un departamento.
«Departamento» suena a división, a compartimento estanco, a «esto no es de mi negociado», a «yo a lo mío», a organizaciones que ponen sus reinos de taifas y sus luchas de poder internas por delante de la necesidades e intereses de sus clientes y de la realidad del mercado.
«Departamento» suena a decisiones lentas, a «no te metas en mi territorio», a burocracia, a jerarquía, a despachos, a privilegios, a objetivo contrapuestos.
Las organizaciones de hoy no pueden permitirse tener departamentos. Las organizaciones que quieren sobrevivir hasta mañana tienen que ser ágiles, comunicarse, olvidarse de la estructura tradicional, crear nuevas formas de trabajar.
Eso o ver cómo, mientras están mirándose al ombligo, llega otro que si entiende las nuevas reglas del juego y las deja fuera de juego antes incluso de que se den cuenta de que ese otro existe.
Por eso no quiero trabajar en un departamento.
No puedo estar más de acuerdo, acabar con los bonus y objetivos personales debería ser lo próximo.
Cómo se establecen los objetivos y gestionan los bonos, cómo trabajamos en equipo… Muchas cosas pendientes, sí.