Y autocrítica, insisto, para no ceder más al halago, reflexionar sobre lo que cada uno puede hacer en su propio ámbito y quizás no hace con el empeño con que debiera: el profesor enseñar, el estudiante estudiar haciéndose responsable del privilegio que es la educación pública, el tan solo un poco enfermo no presentarse en urgencias, el periodista comprobando un dato o un nombre por segunda vez antes de escribirlos, el padre o la madre responsabilizándose de los buenos modales de su hijo, cada uno a lo suyo, en lo suyo, por fin ciudadanos y adultos, no adolescentes perpetuos, entre el letargo y la queja, miembros de una comunidad política sólida y abierta y no de una tribu ancestral: ciudadanos justos y benéficos, como decía tan cándidamente, tan conmovedoramente, la Constitución de 1812, trabajadores de todas clases, como decía la de 1931.
Hora de despertar
Texto completo (e imprescindible) en antoniomuñozmolina.es
Cuando se domina la palabra como la domina Antonio Muñoz Molina y se tienen claros los conceptos se escriben joyas como esta.
Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro; criticamos por la forma y la procedencia sin entrar en el fondo de las cosas, rechazamos o aceptamos opiniones o acciones dependiendo de si quien las realiza es «de los nuestros» o «de los otros»; exigimos derechos sin recordar que para ello hay que asumir obligaciones.
Me quedo con el destacado del último párrafo que encabeza este post, pero recomiendo encarecidamente su lectura completa. Yo me lo guardo en todos mis favoritos para leerlo muchas veces y ponerlo como ejemplo.