Desde que he cambiado de puesto me estoy encontrando con un problema que no me había planteado hasta ahora: la gestión de mi agenda.
Hace poco más de un año nos cambiaron el correo electrónico de Netscape a la versión web de Outlook. Esto generó algunos problemas y, a juicio de la mayoría, ninguna ventaja.
Yo sí creí ver algunas ventajas, entre ellas el que cualquier persona de la organización pudiera ver mi disponibilidad para una reunión, de forma que evitaba esas cadenas de mensajes intentando encontrar un hueco común en varias agendas.
Esto, que en su momento me pareció fantástico (y que, reconozco, fomenté de forma compulsiva), hoy me está volviendo loco.
Ahora tengo que viajar (debería hacerlo al menos un día a la semana, si no dos) y, claro, necesito todo el día, pero cuando me pongo a programar viajes no hay día en el que no tenga alguna reunión con media docena de personas.
Es evidente que cuando me llega la convocatoria podría rechazarla, pero después de todas las veces que he dicho o escrito que mi agenda es fiable y que si hay hueco es que estoy libre me da un poco de vergüenza.
Así que he optado por bloquear días enteros en mi agenda para los próximos tres meses, a ver qué pasa.
Bueno, creo que ya sé lo que va a pasar (juego con ventaja, ya me ha pasado): que habrá quien mande la convocatoria con el mensaje de que como ya saben que no podré ir, ya me contarán.
Esto me pasa por impulsar el uso de la tecnología, con lo bien que estaba yo calladito sin que nadie viera mi agenda y controlando yo el tema.